La continúa subida de los tipos de interés llevada a cabo por los bancos centrales de las economías desarrolladas ha supuesto un fuerte encarecimiento de los costes de financiación empresariales, dado que la mayor parte de compañías tiene referenciada su financiación a coste variable. Aunque las previsiones de mercado apuntan a que el euríbor debería comenzar a bajar ligeramente en los próximos meses, las empresas soportan una presión creciente para poder atender el repago de sus préstamos bancarios, que puede derivar en múltiples consecuencias, tanto en relación con su capacidad de repago como con su estrategia de financiación.
En primer lugar, y aunque las estadísticas oficiales aún no lo muestran, puede ser esperable cierto repunte en la morosidad empresarial, que hasta el primer trimestre de 2023 se mantenía a la baja, explicado porque las empresas han empleado liquidez acumulada desde la pandemia para reducir su endeudamiento y por la buena evolución de los márgenes empresariales durante 2022. A la vez, se ha empezado a evidenciar un crecimiento de los procesos de refinanciación, con el fin de que las compañías puedan acompasar la generación de tesorería operativa a las obligaciones de repago de la deuda. La banca afronta estos procesos en una adecuada situación de liquidez y solvencia, por lo que se está observando una mayor predisposición y agilidad en cerrar estas operaciones.
En segundo lugar, el encarecimiento de la financiación bancaria vuelve a abrir la puerta a otras alternativas de financiación. Los fondos de deuda, tanto de circulante como de largo plazo, pueden cobrar un mayor protagonismo, pues su mayor coste diferencial respecto a la banca se ha estrechado y se ponen en valor otros atributos como su mayor flexibilidad y la posibilidad de repago a vencimiento (bullet), que permitan aliviar la carga financiera de los próximos años.
Un mayor recurso al capital debe de constituir otra alternativa, contribuyendo a ir avanzando en contra de ese mal endémico del tejido empresarial español que es la falta de suficiente capitalización, a lo que también contribuiría un menor desagravio fiscal al tratamiento del capital frente a la deuda. Un último elemento que debe contribuir a aliviar la presión financiera es la nueva remesa de fondos públicos recogidos en la adenda al Plan de Recuperación, cuya aprobación final por parte de las autoridades europeas se espera próximamente. El reto es que, ahora sí, estos fondos se canalicen de forma ágil al tejido empresarial.
Todas estas alternativas deben evitar que la presión financiera ligada a la subida de los tipos de interés frene la realización de nuevas inversiones por parte de las empresas, tanto en capacidad como en personal, aspecto básico para sustentar el crecimiento de la economía.
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