Líbano, azotado por la pobreza y en punto muerto político, ante la irresponsabilidad de sus líderes

Líbano, azotado por la pobreza y en punto muerto político, ante la irresponsabilidad de sus líderes

Analizar. En Líbano, las reuniones entre líderes políticos se suceden. En la comodidad de sus salas de estar, los funcionarios libaneses negocian su futuro, sin preocuparse por el destino de la tierra de los cedros. Los visitantes se desplazan, bloqueos persistentes. Tres meses después del fin del mandato del general Michel Aoun, el 31 de octubre de 2022, Líbano sigue sin presidente. A veces se convoca un consejo de ministros para acelerar los asuntos de actualidad. El Parlamento ya no se reúne sino para pronunciarse, a intervalos regulares, ante la ausencia de consenso sobre el futuro ejecutivo. No había ningún sentido de urgencia, a pesar de que la presión del exterior aumentó con la celebración de una primera reunión en París, el 6 de febrero, entre Francia, Estados Unidos, Arabia Saudita, Qatar y Egipto.

Las presiones internacionales no tuvieron efecto sobre los funcionarios libaneses. No importa que el país se hunda desde hace tres años en una crisis económica y financiera que ya ha sumido a más del 80% de los libaneses en la pobreza y ha consumado el desmembramiento del Estado, sus instituciones y sus servicios: los líderes comunitarios buscan ganar tiempo para encontrar la fórmula que garantice a todos su supervivencia política y la del sistema de depredación que han construido sobre las espaldas del Estado desde el final de la guerra civil en 1990, con la complicidad de una oligarquía de banqueros , empresarios y jueces que aseguran la impunidad.

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Este sistema ya no ofrece a los libaneses ni siquiera lo mínimo: acceso a electricidad y agua, salud y educación. Con la devaluación del 90% de la libra libanesa, los sueldos de los funcionarios públicos ya no valen nada. El ejército libanés, única institución que aún vela por la cohesión nacional, paga los saldos gracias a donaciones de Qatar, y próximamente de Estados Unidos. Sólo los «dolarizados» -libaneses y expatriados que reciben una renta en moneda extranjera o tienen activos en el exterior- pueden permitirse, a un gran costo, la ilusión de una vida normal en la burbuja de los barrios bonitos.

transacciones comerciales informales

En el día a día, una mayoría de libaneses sobrevive para salir adelante, entre pagos de fiestas comunitarias, ayudas de ONG y, sobre todo, el dinero enviado por familiares, cada vez más de los cuales se exilian en el extranjero. El Banco Mundial estima que en 2022 las remesas del exterior representaron el 38% del PIB de Líbano, frente al 14,4% de 2019. La ONG Mercy Corps estima, a finales de 2022, que son la única fuente de ingresos para entre un 15% y un 30% de los hogares Los trabajadores y jubilados que alguna vez fueron prósperos también dependen de él: sus ahorros están estancados en los bancos y erosionados por la depreciación de la moneda. Desde el otoño de 2019, los bancos han estado imponiendo controles de capital informales en respuesta a la crisis de liquidez, con la esperanza de evitar su propia quiebra.

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