Diciembre de 2023 muestra indicios muy controvertidos en cuanto al futuro de la economía estadounidense. Por un lado, la curva de tipos que sigue invertida y la probabilidad de recesión que aumentó en noviembre, combinadas con una demanda de empleo que sigue sin moderarse, presagian un panorama bastante gris para 2024. Por otro, el aumento de todos los índices en noviembre y diciembre ante la expectativa de los mercados de una pronta reducción de los tipos de interés, la moderación de los precios del petróleo, después de alcanzar su máximo reciente a finales de septiembre, y una inflación moderada parecen indicar lo contrario.
La misma dicotomía se hace notar entre los expertos económicos y de mercado. Así, la encuesta de 40 economistas estadounidenses, llevada a cabo por Financial Times y la escuela de negocios Booth de Chicago, señala que la bajada de tipos y la relajación de la estricta política monetaria de los últimos años tendrá lugar en la segunda mitad de 2024. Esta opinión contrasta con las expectativas del mercado, donde los futuros indican un 81% de probabilidad de un primer descenso de tipos en marzo. En mayo esta probabilidad alcanza un 99%. Esta esperanza de que los tiempos difíciles hubieran pasado propulsó las Bolsas en noviembre a niveles récord, distanciándose de la secuencia de pérdidas en agosto, septiembre y octubre. El S&P 500 y el Dow Jones alcanzaron en noviembre sus máximos desde finales de 2021. Esta fue la reacción del mercado a una retórica más laxa de la Reserva Federal (Fed), tras su reunión a comienzos de noviembre. La reunión en diciembre de la Fed volvió a confirmar las expectativas de un descenso de tipos considerable en 2024. Según Jerome Powell, el efecto del incremento de tipos desde marzo de 2022 aún no se ha hecho notar en toda la economía, por lo que el banco central confía en la existencia de una presión bajista sobre la inflación.
Esto explica que la Fed se muestre abierta a confirmar la bajada de tipos, una decisión a priori arriesgada, ya que podría borrar los avances positivos de los últimos meses recalentando demasiado la economía. Como respuesta, los principales índices continuaron su avance, destacando el Nasdaq con un incremento del 30% desde octubre.
En Europa, noviembre también fue un mes sumamente positivo: el Ibex 35 avanzó un 12%, el Euro Stoxx 50 un 8,8%, el Dax alemán un 10,2% (llegando a un máximo histórico), mientras que el Cac francés repuntó un 6,2%. Incluso el Nikkei japonés se sumó a las subidas, acompañado de un incremento del valor del yen, algo poco habitual para un país tan dependiente de las exportaciones. El Banco de Japón levantó además el tope de rendimiento para los bonos a 10 años, elevando la posibilidad de un incremento de tipos en 2024. Kazuo Ueda, un banquero central en una economía que lleva estancada durante tres décadas, espera que la inflación promueva el crecimiento de salarios y saque a Japón del hoyo deflacionista.
A pesar de que la inflación se esté suavizando en Europa, Christine Lagarde sigue temiendo que un mercado laboral fuerte revierta la tendencia bajista actual con un incremento excesivo de salarios. Esto llega cuando la zona euro está viviendo la época con menos desempleo desde que comenzó la Gran Recesión. Aunque el BCE consiga un aterrizaje suave de la economía, el incremento de salarios podría devolver la presión alcista a los precios. En EE UU, Jerome Powell se encuentra ante un dilema similar: los datos de desempleo y creación de puestos de trabajo excedieron las expectativas, alcanzando un 3,7% y 199.000 nuevos empleos en noviembre.
Los precios de la energía siguen moderándose. Los nuevos intentos de la OPEP y Rusia de restringir la producción para volver a los 90 dólares por barril se estrellaron contra una demanda baja y una producción extraordinaria en la primera economía mundial, que lideró el aumento de oferta en el mercado de carburantes este año. Este incremento de producción llegó durante la reunión de cumbre del clima (COP28) en Dubái, cuyo fin era definir la estrategia mundial para combatir el cambio climático. Aunque los países consiguieron llegar a un acuerdo para promover la reducción gradual de la dependencia de los carburantes, sus bajos precios pueden hacer ilusoria la meta de mantener el calentamiento global no más de 1,5 grados por encima de la época preindustrial.
Entramos en 2024 con visiones que parecen provenir de mundos diferentes: la esperanza de un aterrizaje suave contra la posibilidad de una recesión y el rápido desarrollo de la energía verde contra los atractivos precios del petróleo.
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