Pocas veces el Estado ha estado tan atento a los pedidos de ayuda de los agricultores. El «cueste lo que cueste», consigna del gobierno francés en las primeras horas de la crisis por el Covid-19, hace tres años, sigue siendo relevante para el sector agrícola. El año 2022 brindó una ilustración perfecta de esto, y 2023 parece comenzar bajo los mismos auspicios. Una excepción, sin embargo, es la de la agricultura orgánica. En crisis desde hace casi dos años, se ha topado con el muro de la indiferencia del gobierno de Elisabeth Borne.
Antes del Salón Agrícola, que abre sus puertas del 25 de febrero al 5 de marzo, en la Porte de Versailles, en París, el momento suele ser propicio para presionar a la rue de Varenne. El sector vitivinícola obtuvo así el pasado 6 de febrero calibres de pitidos y tropiezos. Los viñedos de Burdeos y Languedoc, víctimas de la sobreproducción, querían reducir sus existencias. Ganaron un sobre de 160 millones de euros para el destilador su excedente de tinto, incluso rosado. Una medida de la que también beneficiarán las bodegas o viticultores de otras regiones que lo soliciten.
Además, Burdeos, ante el retroceso estructural de las ventas de sus botellas en los supermercados y la vuelta del mercado chino, quiere arrancar el 10% de sus viñas. Si bien el monto de la operación aún no ha sido cuantificado por el ministerio, las herramientas necesarias para obtener subsidios están sobre la mesa. Cabe señalar que en 2020, en plena crisis ligada al Covid-19, el sector vitivinícola ya había obtenido 160 millones de euros para la destiladora de excedentes.
Fin de los neonicotinoides, gripe aviar, crisis porcina
El 7 de febrero, una armada de tractores invadió la Esplanade des Invalides de París. A tiro de piedra de la Asamblea Nacional ya un paso del Ministerio de Agricultura. Al frente de este evento organizado por la Federación Nacional de Sindicatos de Agricultores, cultivadores de remolacha. Tras la decisión del Tribunal de Justicia de la Unión Europea de prohibir cualquier excepción para el uso de neonicotinoides, un insecticida denominado «asesino de abejas», en la remolacha, solicitaron un plan de ayuda en caso de ataque de ictericia, transmitida por pulgones, en los campos este año.
Al día siguiente, el ministro de Agricultura, Marc Fesneau, aseguró que el Estado compensaría cualquier caída de la producción del sector en caso de peligro. Las autoridades públicas habían indemnizado a los remolacheros con hasta 60 millones de euros en 2020, durante una crisis de ictericia anterior.
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