Il Senado decidió el 5 de marzo iniciar un estudio examinar la conveniencia de una dosis de capitalización colectiva en el sistema de pensiones de reparto. Una feliz coincidencia del calendario, el Institut Sapiens había publicado, unas semanas antes, un estudio titulado » Por una dosis de capitalización en nuestras pensiones », muy favorable a tal dispositivo.
Nuestro sistema de pensiones de reparto sería «sin aliento» utilizar los términos del Instituto Sapiens. Curiosa expresión, porque no hay nada de natural en un plan de pensiones, no es un animal al galope perdiendo el aliento, es una institución, es decir un dispositivo que se crea a partir de unos principios que reflejan el proyecto de sociedad, y que se rompe mientras decidimos que se evalúe. Los sistemas de pensiones de reparto y de capitalización son muy diferentes en este sentido.
El primero es de carácter no mercantil, al amparo de la Seguridad Social, mientras que el segundo, por el contrario, es mercantil y encomienda la jubilación a una entidad financiera (fondo de pensiones, caja de ahorro para el retiro, caja de pensiones, seguro de vida…) encargada de recaudar las cotizaciones. y colocarlos en los mercados financieros para servir el resultado en forma de pensiones, y que para ello contrata sus servicios, tanto más caros cuanto importante es su cuota de mercado. El primero descansa en una supuesta solidaridad intergeneracional, porque los trabajadores saben que están pagando por los jubilados, mientras que el segundo hace creer a todos en la ilusión de que su jubilación depende únicamente del esfuerzo propio para contribuir, mientras que sigue siendo imprescindible una tasa sobre la actividad económica. y, por lo tanto, en el trabajo de los «activos»; de lo contrario, las inversiones del fondo de pensiones o el fondo de pensiones no se basaron en ningún valor real.
Estos arreglos institucionales son performativos, en el sentido de que moldean la sociedad de acuerdo a los principios y valores que los sustentan. Vincular la jubilación al mercado, y más concretamente a los mercados financieros, supone inducir comportamientos lucrativos, de rendimiento, de competencia, que, como explica Karl Polanyi en La gran transformación (1944), no tienen nada de natural, sino que son el resultado de las instituciones puestas en marcha. Basar el sistema de pensiones en la Seguridad Social y la solidaridad intergeneracional no hace necesarios estos comportamientos e instala más la cooperación, el compartir y el respeto entre generaciones.
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