Gobernancia. Al modificar elartículo 1833 del código civil, la ley Pacte (Plan de acción para el crecimiento y transformación de las empresas) de 2019 otorgó la distinción entre el interés social de la empresa y el de sus accionistas. La jurisprudencia así lo establecía desde tiempo atrás, pero la ley ha permitido dar un paso simbólico en la “socialización” de las empresas, es decir en su deber de adecuar su oferta a las exigencias ambientales y políticas de la sociedad.
Dado que la noción de interés social aún no se ha definido, siempre es solo a posteriori que podemos juzgar si una estrategia ha servido al ecosistema de la empresa en lugar del interés de los accionistas. Por lo tanto, la ley invitaba a las empresas a aclarar a priori su interés social introduciendo en el artículo 1835 del código civil, la posibilidad de adquirir una » razón de ser «.
Cuatro años después, el entusiasmo que pudo despertar esta perspectiva se ha desvanecido un poco. De hecho, muchas razones a ser promulgadas por las empresas visten de pomposa retórica ambiciones sociales lo suficientemente nebulosas como para no contradecir la actividad actual… y oponerse a ellas en caso de disputa. Los líderes tienen la intención de mantener el control de sus opciones económicas y sus estrategias.
Encomiable producción y beneficio
Los más conservadores entre ellos dan la bienvenida a esto, argumentando que durante la duración de la competencia global, la economía tiene su propia lógica, la de la producción y la ganancia encomiables; este principio debe seguir siendo la guía de sus decisiones. Adoptar una raison d’être bastante vaga es un mecanismo conveniente para perseguir la «lo de siempre».
O se equivocan sobre el significado de la socialización. Solo lo ven como la expresión caprichosa de grupos de presión ecologistas o políticos que buscan perturbar la actividad “normal” de la empresa para imponer demandas más o menos extravagantes.
Pero la socialización no se trata solo de reclamos extraeconómicos. En primer lugar, refleja las nuevas tendencias en la demanda del mercado de servicios más sostenibles, menos consumidores de energía o prácticas más respetuosas con las personas.
Estos requisitos anticipan una economía que tendrá que adaptarse a condiciones climáticas, demográficas y geopolíticas sin precedentes. En este mundo constreñido, la creación de valor económico se evalúa por el impacto positivo de la empresa en su ecosistema.
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