Nota esterlina, la serie dirigida por Marco Bellocchio y transmitida por Arte los días 15 y 16 de marzo, viene a traer una nueva y decisiva contribución a la reflexión sobre un evento que traumatizó a toda Italia. El secuestro en Roma, el 16 de marzo de 1978, y el asesinato, después de cincuenta y cinco días de secuestro, de Aldo Moro, presidente del Partido Demócrata Cristiano italiano, en el poder desde 1945, por un comando de las Brigadas Rojas por completo -y sigue haciendo – el objeto de una literatura abundante, una infinidad de comentarios y especulaciones, en Italia y en otros lugares.
Como si los hechos no bastaran por sí mismos y que algo tuviera que esconderse detrás de la brutalidad y la evidencia del hecho. Estas afirmaciones de la existencia de una causalidad oculta, distintas a las versiones emitidas por los actores del drama, el Estado italiano o las Brigadas Rojas –que, en este caso, difieren de la misma versión–, intervinieron, la mayor parte del tiempo. , si no de un proyecto político, en todo caso de una visión ideológica.
Este se nutre de todo lo que ha impedido, o al menos oscurecido, la comprensión inmediata del magnicidio. Cada extraña coincidencia, cada azaroso testimonio, cada misterio sin resolver, cada contradicción no alimentada ha alimentado todo tipo de explicaciones. Estos vieron, detrás de la acción del comando, la mano de los servicios secretos y del propio Estado italiano, de la CIA, la KGB o la Stasi, incluso del Mossad. Todo tipo de poderes, al parecer, tenían interés en la muerte de Moro, el hombre del «compromiso histórico» -una política de apoyo a la eventual participación del Partido Comunista Italiano en un gobierno democristiano-, pero también el promotor de una audaz política pro-árabe cuando era ministro de Relaciones Exteriores.
Lo que se ha llamado «dietrología», de la palabra italiana diettro, («detrás»), se puso al servicio de una interpretación de los hechos, a la derecha y sobre todo a la izquierda, consoladora y explicativa, conforme a una determinada visión del mundo y de las apuestas políticas de Italia. Una versión retorcida de lo que Balzac llamó “el otro lado de la historia contemporánea”. Las Brigadas Rojas no habrían sido más que un grupo manipulado por el estado o por varias potencias extranjeras.
Interpretaciones históricas sucesivas
Cuando el cine se apoderó del asesinato, sin duda se enfrentó a esta misma confusión y, sobre todo, a esta tentación de la fantasía arbórea. ¿Cómo, entonces, se puede relatar un acontecimiento cuando se le atribuyen diversas causalidades hipotéticas, generando multitud de narraciones virtuales?
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