Desde enero de 2014, los más de 350.000 establecimientos de hostelería, restauración y catering de todo el país están obligados a servir el aceite de oliva en envases que no se pueden rellenar. Después de muchos años de lucha desde el sector productor, el Gobierno aprobó esa norma que buscaba garantizar la calidad y autenticidad del oro líquido que se consume para tomar una tostada o aliñar una ensalada.
Sin embargo, el alza de los precios del aceite de oliva virgen extra (que se ha incrementado un 215% en el último año) ha vuelto a resucitar las aceiteras rellenables en bares y establecimientos de restauración. “Se trata de una práctica prohibida que echa por tierra el buen nombre del aceite de oliva virgen extra”, ha indicado Francisco Moscoso, vicesecretario general de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) en Andalucía, que ha pedido a la Junta de Andalucía que refuerce las inspecciones ante la proliferación en el uso de estas aceiteras.
La comunidad andaluza, que concentra el 80% de la producción nacional y el 40% de la mundial, fue quien lideró esta ofensiva. El Gobierno de la nación intentó incluso que Bruselas aprobara una prohibición similar que vinculara a todos los socios europeos, pero al final se aparcó la medida ante la oposición de varios países.
La bióloga y especialista en Grasas y Aceite por el Instituto de la Grasa de Sevilla, Anuncia Carpio, explicó que el aceite de oliva se oxida al contacto con la luz, el aire y una temperatura alta. “Cada vez que se rellena el recipiente, el aire enrancia el producto. Además, la boquilla de las aceiteras habitualmente no se limpia con toda la pulcritud que se debería”, justificó Carpio.
“No podemos consentir que se hunda el magnífico trabajo de los olivareros, la apuesta definitiva por el aceite de oliva virgen extra de la máxima calidad, porque en un momento muy delicado y crítico como es el actual, con estos niveles de precios, algunos quieran aprovecharse de una práctica que estaba abandonada por completo”, ha lamentado Francisco Moscoso, de la UPA.
La norma que entró en vigor en enero de 2014 autorizaba formatos de presentación del envase que van desde los 250 mililitros hasta el medio litro y 750 mililitros o monodosis. Y exigía que debían presentarse en envases etiquetados, estar provistos de un sistema de apertura que pierda su integridad tras su primera utilización y disponer de un sistema de protección que impida su rellenado una vez agotado su contenido original.
Desde la UPA se insta a las comunidades autónomas, con competencias en materia de control e inspección, que refuercen los controles en el canal Horeca. “Esta práctica es un nuevo golpe a la maltrecha situación de los olivareros, que nos encaminamos a la segunda mala cosecha consecutiva, que no nos beneficiamos de los precios actuales porque no tenemos aceite que vender, y que, aun así, debemos afrontar unos costes de producción que no paran de aumentar”, concluye Moscoso.
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Alto grado de fidelización
Mientras tanto, productores como distribuidores han valorado el alto grado de fidelización de los consumidores hacia el aceite de oliva virgen extra pese al repunte de precios de las últimas semanas. “El consumidor sigue siendo fiel al aove y no han cambiado sus hábitos de consumo pese al aumento del precio”, ha destacado el gerente del grupo Interóleo, Esteban Momblan, A su juicio, el desvío de consumidores hacia el aceite de girasol apenas ha sido del 0,8%.
Momblan ha resaltado que “estamos ante un producto reputacional y saludable” y ha añadido que, teniendo en cuenta que el consumo medio de aceite de oliva es de 12 litros al año por persona, el coste diario para el consumidor, con los precios actuales (tomando como referencia 10 euros el litro), sería de 33 céntimos.
En la misma línea, Aurelio del Pino, presidente de la Asociación de Supermercados (ACES) ha indicado que “estamos ante un producto indispensable desde el punto de vista saludable y un lujo de producto, no un producto de lujo como se nos quiere hacer creer”.
Del Pino ha rechazado que exista especulación en la cadena alimentaria aunque ha admitido que “no es bueno el pánico para los consumidores”- También ha apostado por avanzar en la “diferenciación, la trazabilidad y la calidad” del aceite de oliva.
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